El equipo de la doctora Mady Hornig ha identificado cambios distintivos en el sistema inmunitario de pacientes diagnosticados con dicho síndrome. Los hallazgos podrían ayudar a mejorar la diagnosis y la identificación de las opciones de tratamiento más adecuadas para este trastorno incapacitante, cuyos síntomas abarcan desde la fatiga extrema y la dificultad a la hora de concentrarse, hasta jaquecas y dolores musculares.
Estas “firmas” inmunitarias representan la primera evidencia física robusta de que el síndrome de fatiga crónica es una enfermedad biológica y no un trastorno psicológico, y la primera prueba de que tiene etapas diferentes.
Los investigadores midieron los niveles de 51 biomarcadores inmunitarios en muestras de plasma sanguíneo recogidas de un total de 298 pacientes con el síndrome y de 348 individuos sanos (grupo de control).
En pacientes que padecían la enfermedad desde hacía tres o menos años, el equipo de la doctora Hornig halló patrones específicos que no estaban presentes en los sujetos del grupo de control o en pacientes que la habían sufrido durante más de tres años. Los pacientes con menor tiempo padeciendo la dolencia tenían cantidades elevadas de muchos tipos diferentes de moléculas inmunitarias llamadas citoquinas.
La asociación era anormalmente fuerte con una citoquina llamada interferón gamma, que ha sido relacionada con la fatiga que sigue a muchas infecciones víricas, incluyendo la provocada por el virus de Epstein-Barr, causante de mononucleosis infecciosa. Los niveles de citoquina no se explicaban por la severidad de los síntomas.
El estudio apoya la idea de que el síndrome de fatiga crónica podría reflejar un episodio infeccioso que deja secuelas de largo plazo. Una situación sospechosamente muy común entre los pacientes de síndrome de fatiga crónica es la de ponerse enfermos, a veces de mononucleosis infecciosa (virus de Epstein-Barr), y desde entonces no lograr recuperarse plenamente en cuanto a la sensación de debilidad y fatiga.
La nueva investigación sugiere que estas infecciones interfieren en la habilidad del sistema inmunitario de tranquilizarse después de una infección aguda y retornar así a un estado normal de paz; la respuesta inmunológica se comporta como un coche con una marcha rápida atascada. Parece que los pacientes del síndrome de fatiga crónica se ven inundados con citoquinas hasta que, tras unos tres años, el sistema inmunitario muestra evidencias de agotamiento y los niveles de citoquinas caen.
Tal como plantea la doctora Hornig, un diagnóstico temprano podría proporcionar oportunidades especiales de tratamiento que probablemente se diferenciarán de las disponibles para las fases tardías de la enfermedad.
Fuente: Noticias de la Ciencia y la Tecnología
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